NUESTROS HÉROES DE UN PASADO OLVIDADO

NUESTROS HÉROES DE UN PASADO OLVIDADO

 

11/06/2017

 

Fueron, y son, nuestros mayores, sí, nuestros padres y abuelos, nuestros héroes de un pasado ya olvidado… de antiguas estaciones de tren con olor a zotal…, de calderillas de zinc …, de cántaros a la cabeza que nunca se cayeron… y de bocas desdentadas prestas siempre a la sonrisa. Fueron las últimas generaciones del “usted”, las últimas generaciones con mayúsculas, a las que nunca pagaremos en justicia. Se merecían, y se merecerán por siempre, esa atención y cariño que algunas veces les racaneamos, y ese reconocimiento, en fin, de que todo lo mucho o poco que somos se lo debemos.

 

Nunca faltaron al deber, al sacrificio, a la entrega por los suyos, al trabajo bien hecho y merecido. Los llamábamos de “usted”, sin saber que ese tratamiento implicaba un mérito ganado con sudor, ganado con arrojo...; los tratábamos de usted por inercia cultural, pero sin ser conscientes de los galones que se habían ganado a fuerza de darse sin reservas… sin esperar a cambio casi nada, como guerreros ejemplares procedentes de una estirpe humilde y anónima, que conformó también el curso de la historia.

 

Recientemente las residencias se han convertido en morgues en vida, donde la muerte pasea por las habitaciones y se lleva a los inocentes mayores; y se los lleva solos y desamparados.

 

El virus y los políticos, han condenado a muerte a nuestros mayores, en cambio a estos  se les llena la boca cuando hablan de ellos. Les han abandonado sin recursos, sin pruebas mínimas para comprobar si los pocos que con toda su buena intención les podían ayudar, les estaban traspasando el virus y por tanto la condena.

 

“Me gustaría ser un caso aislado, pero lamentablemente sé que no lo soy, lo cual me entristece aún más. Preferiría estar durmiendo, pero no puedo...

 

No me gusta contar mis cosas personales, pero es que esto no es justo, no es correcto y no es humano, y necesito desahogo porque ni siquiera puedo sentir el abrazo de mi familia y de mis amigos. A esta sensación le acompaña la niebla y la mentira en la que los políticos se parapetan y se dirigen a nosotros. Entonces es cuando el dolor se transforma en rabia.

 

La gente se merece un respeto en su vida, en el tránsito y en la muerte...y esto no se está cumpliendo.”

 

Y es que las residencias se han convertido en morgues en vida, donde la muerte pasea por las habitaciones y se lleva a los inocentes; y se los lleva solos y desamparados.

 

Pero no, no queda ahí...un día te llaman y te dicen que a tu madre, que ha sido secuestrada sin poder salir y sin que la puedas sacar, le ha subido la fiebre y le han puesto oxígeno, por lo que la amenaza de muerte se consolida...pero que tú no puedes hacer nada, no te puedes acercar, darle la mano, darle un beso, decirle que la quieres, abrazarla...nada, solo puedes contar las horas hasta su ejecución; que efectivamente se consuma tiempo después.

 

Pero no, tampoco acaba aquí... no te dejan entrar a verla ya fallecida, no te dicen dónde se la llevan, qué van a hacer con ella...supongo que estará en una bolsa con una etiqueta... Al tiempo, y con frialdad extrema, te comunican que con suerte en unos meses (sí, meses) recibirás unas cenizas...habrá que creer que son las suyas. Al dolor de perder una madre que era tan querida, se le suma no poder velarla, sin poder darle ese último beso, sin poder enterrarla. Hasta que este acabe, pasa el duelo como puedas... pues ya os digo que esto no está en ningún manual; no hay nadie preparado para este drama.

 

Pero qué sociedad deshumanizada hemos desarrollado?, cómo se puede soportar esto?... es desgarrador y macabro... pero por qué tenemos que agachar la cabeza y tragar?

 

Menos mal que hoy todos sonríen porque solo han muerto menos de 500... y casi todos son ancianos. Bienvenidos a la sociedad del bienestar (cuando todo te va bien, claro).

 

Pd: Cuidemos sin reserva a esos pocos supervivientes del naufragio que aún nos quedan por aquí, como reliquias de un pasado de olor a romero, sentados, quizá, en un sillón de eskay, con la mirada perdida, pero sin perder la dignidad.

 

11/06/2020

 

Emilio Clemente Muñoz