EUSKALDUNIZACIÓN, GALLEGUIZACIÓN, CATALANIZACIÓN

 

27/Enero/2021/VB

 

En España paradójicamente el Instituto Cervantes emplea las subvenciones públicas en promocionar el español en el extranjero y, mientras, tenemos dentro regiones en que se le persigue y se trata de hacerlo desaparecer, también con dineros de nuestros impuestos.

 

Si nos asomamos a nuestro más inmediato entorno observamos como en Francia son lenguas regionales el vascuence, catalán, corso y bretón; desde 1951, la enseñanza facultativa de dichos idiomas está autorizada. Ahora bien, no sucede ni se permite, evidentemente, que se imponga a nadie, en contra de su voluntad, la enseñanza en estas lenguas en lugar del francés, como pasa en España con el español,  ni en ningún otro territorio Europeo que haya suscrito la Carta Europea de Lenguas RegionalesFrancia no lo ha hecho- se da la circunstancia de España; esa Carta garantiza el derecho de los hablantes de una lengua regional minoritaria a recibir enseñanza en su lengua materna, pero, de ninguna manera contempla que se impida a los hablantes de la lengua mayoritaria recibir la enseñanza en su idioma nacional, ni siquiera obligándoles a aprender la lengua regional propia del territorio en que residen.

 

En España, el Art. 3 de la Constitución de 1978, dice que “El Castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla”, ha sido reinterpretado por el Tribunal Constitucional, dejándose llevar por motivaciones políticas, en el sentido de favorecer la inmersión lingüística y convertir lo que era un derecho para los hablantes de una lengua minoritaria, en una obligación y gravamen para los castellano-parlantes residentes en territorios con gobiernos nacionalistas. Los franceses no cuestionan que las lenguas regionales pertenecen al patrimonio francés y son muestra de “la riqueza de la nación francesa”, pero, ni aún las excelentes intenciones legislativas, pueden expresar y derivar en otras, que no caben en la Constitución Francesa”.

 

Aquella reinterpretación  del art. 3 de la Constitución española ha dado luz verde para luchar contra la lengua española. Es la batalla más desesperada de los nacionalismos euskaldunizador, catalanizador y galleguizador, su última línea de defensa frente al progreso y la cultura universal.

 

Los nacionalistas catalanes, vascos y gallegos saben muy bien que la lengua española representa una riqueza para España del 15% del PIB, tanto como el turismo. Conocen muy bien que el idioma español es uno de los tres idiomas más importantes del mundo, que el español es el idioma que los universitarios de EE.UU. eligen como segunda lengua, antes que el francés o el alemán, que en pocos años el español tendrá igual fuerza o superará al inglés en usuarios de internet. No quieren reconocer que el español es una lengua que, por su fuerza, dinamismo y amplitud, une y no es de las que producen guetos culturales con lacras de endogamia.

 

Luchar contra la lengua española es la batalla más desesperada de los nacionalismos. Por eso la frenética actividad de decretos de inmersión lingüística, inversiones masivas, represión, teléfonos de denuncias, oficinas de delación, comisarios en centros de enseñanza, escuelas como las Icastolas y las Galescolas donde los padres no pueden opinar sobre la enseñanza, la exigencia de que hasta en los recreos se hable el idioma del quimérico taifa. Esa es la razón de barbaridades como que la lengua vasca puntúe 24 puntos y un master solo 4 en la Sanidad Vasca, que en las escuelas gallegas se cambie hasta el nombre a los ríos de otras regiones, que el Júcar se llame Xúcare y que hasta se exija cambiar el nombre de las lápidas al gallego.

 

Los dirigentes nacionalistas, necesitando dominar a sus súbditos, les privan de la herramienta principal para su contacto con el exterior, la poderosa lengua común, y se la sustituyen por una limitada lengua local. Saben muy bien que el imponer lenguas como el catalán, vasco o gallego, en detrimento o sustitución de la lengua española, atrasará a sus regiones, tanto económica como culturalmente. Pero no les importa porque lo que está en juego es su poder y su dominio sobre sus súbditos. Galicia ya tiene dificultades para captar directivos en sus empresas por la enseñanza en gallego. Cataluña ha sido considerada recientemente como el farolillo rojo en la educación en España.

 

Por todo esto, las CC:AA afectadas por los nacionalismos obsoletos y rancios, como quienes los propician, invierten cantidades desmesuradas en promocionar lenguas que, sin restar ni menospreciar su valor cultural, no pueden ni deberían sustituir a la lengua española como vehículo de comunicación.

 

Alzar barreras lingüísticas es cuestión de supervivencia para los reyezuelos catalanes, vascos y gallegos. Nada les importa que sus ciudadanos, sin conocimientos de español, sean unos minusválidos cuando tengan que competir en el mercado por un puesto de trabajo. Tampoco les importa que sus universidades e industrias cierren las puertas al Mundo y se vean obligadas a abastecerse únicamente de personal local. Obsesionados por el poder, no quieren ver que esa política es suicida, que empobrece a la población y espanta a las industrias e inversiones.

 

Para apoyar sus débiles argumentos, reinventan la historia de sus pueblos, creando separaciones, diferencias e independencias que jamás existieron. La mentira se torna así en argumento para el sometimiento y el control de las masas.

La persecución y el acoso a la lengua española ya les está pasando una factura terrible : Cataluña ha perdido el liderazgo económico y cultural que, durante muchas décadas tuvo en la España moderna; el País Vasco se desangra y retrocede con más de 200.000 de sus ciudadanos en el exilio, casi todos ellos bien formados y con alta calidad técnica y profesional; Galicia, la última en llegar a la locura, de maños de un sujeto perteneciente a un partido históricamente constitucionalista –que hoy, noqueado por VOX, ni siquiera sabe dónde está ni a donde va- ya experimenta los primeros síntomas del retroceso y la pobreza en sus industrias, cultura y servicios.

 

Quienes pagarán un precio altísimo por esa locura de sus políticos serán los jóvenes, cuya capacidad intelectual y profesional ha sido sacrificada sin misericordia por los obsoletos nacionalismos, de la mano de sus casposos reyezuelos, ciegos por el poder personal y enemigos de los contribuyentes ciudadanos.

 

 

27/Enero/2021.- Emilio Clemente Muñoz