LA RECONSTRUCCIÓN DE ESPAÑA

LA RECONSTRUCCIÓN DE ESPAÑA

 

09/06/2020

 

De nada servirá este nuevo paripé llamado Comisión para la Reconstrucción Social y Económica si los actores exclusivos y protagonistas siguen siendo los que no han sabido gestionar el problema. Ver el comienzo de esa comisión presidida por Patxi López, con un vicepresidente, líder del PCE, Enrique Santiago y las trifulcas, una cada día, entre sus miembros, más la falta de imparcialidad del presidente de la comisión, es todo un adelanto de lo que puede acabar siendo España con esa comisión: Nada que ver con lo que necesitamos.

 

No puede haber una reconstrucción social y económica de España si no hay una reconstrucción política sobre la base de un modelo político que suponga una drástica reducción de la tutela de los partidos políticos. Solo así, con una mayor conquista de libertades y una sociedad civil fuerte y organizada que sirva de contrapeso al enorme poder de los partidos llegaremos al sistema de convivencia que las democracias avanzadas han implantado y cuya principal consecuencia ha sido un mayor desarrollo político, económico y social.

 

La mejor herramienta sería la modificación y/o eliminación de los cuatro elementos a los que a continuación nos referimos:

 

-           Dotarse de un sistema electoral que vincule a elector y candidato porque es la única fórmula mediante la cual el procedimiento legitimador de las normas discurra por su cauce natural y evite así que otros poderes fácticos o poderes no elegidos acaben por imponer la legislación y las políticas públicas. Es decir, ese vínculo entre elector y candidato haría posible que desde que se producen las demandas sociales hasta que vuelven a la sociedad en forma de leyes o políticas públicas, éstas sean expuestas por el elector al candidato, éste las tramite en el parlamento y acaben en la sociedad, hechas realidad. El vínculo impide concentrar la legislación en oligopolios y oligarquías y, a la vez, es la mejor herramienta para la fiscalización y control sobre el representante. Por otra parte, sería la forma más perdurable de la representación política y la estabilidad del sistema, ya que la elección depende de la labor política frente al electorado sin intervención del partido.

 

-        De todos es sabido que el poder tiende a expandirse y si la constitución española otorgó un excesivo poder a los partidos políticos ahora sufrimos sus consecuencias, han ocupado todos los espacios que la democracia tiene reservados a sociedad civil y los poderes del Estado llegando a poner en peligro la base fundamental del sistema democrático como es la separación de poderes. Necesitamos partidos políticos que sirvan de plataforma para todo aquel ciudadano procedente de los sectores productivos pueda presentar su candidatura y llegar tan lejos como sus recursos, estrategias, ingenio, talento y esfuerzo se lo permitan y no ese almacén de parásitos que viven y sobreviven en ellos a la espera de que el dedo del líder los designe, lo cual va a perpetuar su sumisión y obediencia en la dirección opuesta a los intereses de los ciudadanos.

 

-        El Reparto del botín del Estado entre aquellos que ganan las elecciones, significa que estamos ante un modelo político que fomenta el clientelismo y rechaza el mérito y la capacidad favoreciendo asimismo el nepotismo, el despotismo y generando una corrupción que acaba siendo sistémica. Las grandes democracias ya advirtieron el riesgo de la toma del Estado por los partidos, Italia, sin ir más lejos, en los 70 tuvo que soportar decenas de crisis de gobierno, el Estado y sus instituciones no se vieron paralizados gracias a que los nombramientos políticos no invadían la Administración Pública cuyos únicos cargos políticos llegaban a ser el Ministro y el Secretario de Estado. La desaparición del “spoil system” acabaría con el parasitismo político que inunda los partidos y con esa clase dirigente que arrastra los peores vicios para llegar a los más altos niveles de poder.

 

-        Decía Jefferson que las cámaras legislativas debían ser el fiel reflejo de la sociedad, en ellas debían estar sentados empresarios, inventores, rentistas, creadores, propietarios, profesionales y todos aquellos que con su esfuerzo e ingenio producen desarrollo, evolución, cultura y bienestar contribuyendo a la grandeza del país, ese es el sentido de la nación y esa es la naturaleza de la representación. Y esa nación, a modo de organizarse entiende que el Estado es la forma en que debe organizarse administrativamente. Sin embargo, lo peculiar de nuestro sistema político es que la nación y su naturaleza no tienen en el parlamento ese fiel reflejo de su representación, lo que está representado es el Estado con una proporción que es más bien una desproporción de funcionarios dedicados al activismo político, lo cual es una anomalía democrática por partida doble, primero porque la clase dirigente de un país surge de la sociedad y sus sectores productivos, no de la ventanilla pública y, segundo, porque el hecho de que la política esté copada por funcionarios significa que la neutralidad política de las instituciones ha sido erosionada de manera grave. Esto tiene como primera consecuencia la funcionarización de la política pero también la politización de la Función Pública. ¿Quién va a creer en la imparcialidad de un juez, un inspector de Hacienda o cualquier funcionario cuya razón de ser es la neutralidad cuando ha ejercido el activismo político y vuelve a la Función Pública? Nuestras constituciones desde la de 1812 en su artículo 97 ya prohibían el ejercicio de la política a los funcionarios, aunque no se atrevieran a ser más contundentes, y lo limitaran al ámbito territorial donde ejercieran sus competencias.

 

En definitiva, no se puede acometer una reconstrucción económica y social sin una reconstrucción política porque esta es la base de la verdadera construcción racional y donde reside el fin de nuestra historia contemporánea repleta de interrupciones democráticas, constituciones excluyentes y políticas pendulares que han acabado en enfrentamiento político y conflicto social precisamente por la falta de participación de las élites sociales como vanguardia de una sociedad civil fuerte y organizada que sirva de contrapeso al enorme poder de los partidos políticos, a los que una vez más, los acontecimientos ponen en sus manos, las mismas que han creado el problema, la solución de los mismos.

 

09/06/2020

 

Emilio Clemente Muñoz